Como podrán ver en este blog, usualmente no escribo mucho sobre Puerto Rico, el lugar en que vivo. Esencialmente son dos las razones. Primero, me aburre tener que explicar y exponer cosas (en otras palabras, las circunstancias del país y su contexto histórico) que para mi son obvias. En segundo lugar, la actual situación de la Isla es bastante deprimente. El país es como un barquito que está a punto de naufragar mientras los oficiales se pelean por ver quien presidirá la Cena del Capitán esa noche, los representantes de los dueños andan sueltos atormentando a quien se cruza con ellos y los pasajeros se esconden bajo las literas de sus camarotes. "A ship of fools indeed."
Por todo esto es que prefiero comentar otras cosas que estén relacionadas al mundo hispano o que lo afecten, aunque solo sea tangencialmente, antes que lanzarme a escribir sobre la locura tropical de Borinquen. Pero a veces hay que hacer excepciones. La novela gótica protagonizada por ese espectro que es el Gobernador Acevedo Vilá es una de esas excepciones y ya comenté algo al respecto en una entrada anterior. La inminente visita del ex-Presidente Bill Clinton quizás sea otra de esas excepciones.
Puerto Rico es, como ya he comentado, una paleo-colonia de los EE.UU. La soberanía sobre su territorio y habitantes reposa en el Congreso de los EE.UU. y el actual régimen supuestamente autonómico (llamado oficialmente el Estado Libre Asociado) es en realidad una versión levemente liberalizada de la estructura colonial creada a principios del siglo XX por estatutos federales como la Ley Foraker y la Ley Jones. Precisamente esa última ley le extendió a los puertorriqueños la ciudadanía estadounidense en 1917. Esta concesión no se debió, como se le ha querido hacer ver a los puertorriqueños, a la benevolencia de los americanos sino a razones estratégicas relacionadas a la Primera Guerra Mundial y a las supuestas ambiciones alemanas sobre el Caribe. Pero, no importa cuales hayan sido las razones, lo cierto es que por imperativos de ese curioso documento que es la Constitución de los EE.UU. los puertorriqueños no pueden votar por el Presidente. Tampoco tienen representación en el Congreso que no sea ese penoso figurín llamado Comisionado Residente al que ya hice alusión en una entrada previa.
A pesar de esto los dos principales partidos estadounidenses, el Demócrata y el Repúblicano, le permiten a los puertorriqueños votar en sus primarias presidenciales. Increiblemente este año quizás hasta sea la primaria puertorriqueña la que decida quien, si Hillary u Obama, será el candidato demócrata en noviembre. Que tremenda anomalía. Posiblemente nunca se verá un mejor ejemplo de la ineptitud imperialista de los gringos que este. ¿ Y que ganan los puertorriqueños con este anómalo poder ? Pues nada. Unas cuantas fotos que los contibuyentes individuales se toman con los candidatos y la promesa de "acceso" una vez el candidato haya llegado a la Casa Blanca.
¿ Entonces por qué rayos los puertorriqueños votan en la primarias de los dos principales partidos estadounidenses ? ¿ Por qué la mal llamada élite del País bota su dinero en contribuciones a pre-candidatos y candidatos que nunca tienen compromiso alguno con Puerto Rico ? ¿ Por qué se recibe a un tipo como el exp-residente Bill Clinton, quien nunca se molestó en visitar la Isla cuando estaba en la Casa Blanca pero ahora, cuando su esposa necesita los votos y los dólares, viene pasar unos días por aqui ? Que papelón hacemos, que pendejos somos. Con esta actitud sometida solo conseguimos degradarnos y humillarnos. Y mientras tanto, mientras competimos para ver quien tiene menos honra y menos respeto a si mismo, el barquito se acerca a las rocas.
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