Chávez se pasó. Me refiero a sus insultos al Presidente de Colombia. Estoy de acuerdo conque la manera de Álvaro Uribe de sacar a Chávez de la negociación para liberar a los rehenes de las FARC fue inesperada, y no tomó en cuenta que al momento Chávez se encontraba en Francia discutiendo el tema con Sarkozy, quien desea la liberación de la colombo-francesa Ingrid Betancourt. Pero Chávez podía manifestar su desazón enfáticamente sin tener que pelearse con Uribe.
Las razones por las cuales pelearse fue un desatino son múltiples. Para comenzar por lo más básico, Colombia es un importantísimo socio comercial de Venezuela, a la cual vende una porción considerable de los alimentos que ésta consume.
El presidente colombiano no tenía una campaña montada contra Chávez ni tampoco contra el proyecto bolivariano más allá de Venezuela, como es el caso de José María Aznar o Vicente Fox. Al contrario, sus buenas relaciones con Chávez, al punto de permitirle una mediación, favorecían la imagen de este último en el exterior, en Venezuela y especialmente entre los colombianos, lo cual podía hacerlos más receptivos a la causa bolivariana.
Es cierto que Uribe favorece una alianza militar de su país con EE.UU., pero Colombia es quizás el único lugar de América Hispana donde tal cosa pueda tener alguna justificación: Las FARC podrán haber declarado no hace tanto que suscriben la ideología bolivariana, pero eso no las exime de ser una banda de ladrones, asesinos y terroristas que tienen en vilo a la sociedad colombiana y en jaque al estado. Ante esto es comprensible que su presidente acepte ayuda de EE.UU.
Con todo y esto, la deslealtad de Washington a Uribe lo estaba empujando a lo insólito, la alianza con Chávez, quien debió cultivar cuidadosamente la relación en lugar de arriesgarla y al final romperla acremente.
Cuando Chávez sostuvo el altercado con Zapatero y el Rey, me pareció ridículo escucharle que “los fascistas no son humanos” y “una serpiente es más humana que un fascista”, pero pensé que estaba provocando adrede para exponer a Zapatero como otra cara de una misma moneda: Un estado mercachifle que busca influencia en América Hispana, y cuyo socialismo actual no es tal, ni tampoco tiene que ver con el de Chávez, como tampoco tiene que ver el de Bachelet, anfitriona de la Cumbre que Chávez quiso dinamitar (en mi próxima entrada pondré un artículo interesante al respecto).
En cambio el altercado con Colombia no defiende a Venezuela de ninguna injerencia, sino que más bien la aísla. La única explicación que le veo es que la presión emocional que padece Chávez cara al referéndum de este domingo es tal que lo está haciendo perder la chaveta. En cuestión de días se peleó con España y quedó mal con su anfitriona socialista chilena, tanto allí como después en Medio Oriente, cuando exhortó a la OPEP a subir el precio del petróleo para perjudicar al dólar, adentrándose en terreno peligroso; justo antes de ese último viaje anunció un programa nuclear venezolano, terreno peligroso también; luego lo de Colombia; y después los insultos y amenazas de cárcel a algunos sacerdotes en Venezuela; en fin, Chávez parece empeñado buscarse enemigos.
El problema es que el descrédito no sólo lo recibe él, sino el proyecto bolivariano de integrar América Hispana, por asociación con él. Llevar la integración más adelante que nadie, para luego desprestigiarla por simples groserías, es más censurable aun que el desinterés de nuestros políticos por la integración.
Las razones por las cuales pelearse fue un desatino son múltiples. Para comenzar por lo más básico, Colombia es un importantísimo socio comercial de Venezuela, a la cual vende una porción considerable de los alimentos que ésta consume.
El presidente colombiano no tenía una campaña montada contra Chávez ni tampoco contra el proyecto bolivariano más allá de Venezuela, como es el caso de José María Aznar o Vicente Fox. Al contrario, sus buenas relaciones con Chávez, al punto de permitirle una mediación, favorecían la imagen de este último en el exterior, en Venezuela y especialmente entre los colombianos, lo cual podía hacerlos más receptivos a la causa bolivariana.
Es cierto que Uribe favorece una alianza militar de su país con EE.UU., pero Colombia es quizás el único lugar de América Hispana donde tal cosa pueda tener alguna justificación: Las FARC podrán haber declarado no hace tanto que suscriben la ideología bolivariana, pero eso no las exime de ser una banda de ladrones, asesinos y terroristas que tienen en vilo a la sociedad colombiana y en jaque al estado. Ante esto es comprensible que su presidente acepte ayuda de EE.UU.
Con todo y esto, la deslealtad de Washington a Uribe lo estaba empujando a lo insólito, la alianza con Chávez, quien debió cultivar cuidadosamente la relación en lugar de arriesgarla y al final romperla acremente.
Cuando Chávez sostuvo el altercado con Zapatero y el Rey, me pareció ridículo escucharle que “los fascistas no son humanos” y “una serpiente es más humana que un fascista”, pero pensé que estaba provocando adrede para exponer a Zapatero como otra cara de una misma moneda: Un estado mercachifle que busca influencia en América Hispana, y cuyo socialismo actual no es tal, ni tampoco tiene que ver con el de Chávez, como tampoco tiene que ver el de Bachelet, anfitriona de la Cumbre que Chávez quiso dinamitar (en mi próxima entrada pondré un artículo interesante al respecto).
En cambio el altercado con Colombia no defiende a Venezuela de ninguna injerencia, sino que más bien la aísla. La única explicación que le veo es que la presión emocional que padece Chávez cara al referéndum de este domingo es tal que lo está haciendo perder la chaveta. En cuestión de días se peleó con España y quedó mal con su anfitriona socialista chilena, tanto allí como después en Medio Oriente, cuando exhortó a la OPEP a subir el precio del petróleo para perjudicar al dólar, adentrándose en terreno peligroso; justo antes de ese último viaje anunció un programa nuclear venezolano, terreno peligroso también; luego lo de Colombia; y después los insultos y amenazas de cárcel a algunos sacerdotes en Venezuela; en fin, Chávez parece empeñado buscarse enemigos.
El problema es que el descrédito no sólo lo recibe él, sino el proyecto bolivariano de integrar América Hispana, por asociación con él. Llevar la integración más adelante que nadie, para luego desprestigiarla por simples groserías, es más censurable aun que el desinterés de nuestros políticos por la integración.
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