Ya es un cliché decir que la América Hispana es un circo, preferiblemente uno de esos con tres pistas donde ocurren mil actos estrambóticos a la misma vez. Los eventos de las últimas tres semanas claramente lo confirman. Solo hay que ver el sainete hondureño. Es difícil concebir una comedia de errores y horrores mas descabellada que lo que hemos estado observando en esta situación. Por un lado el hombre detras del bigote, José Manuel Zelaya, presidente legítimo de Honduras. Por otro lado el Goriletti de la narrativa chavista, el presidente de facto Micheletti. Y, por supuesto, sus respectivas comparsas, séquitos y facilitadores. Ninguno de los dos bandos deja una impresión muy halagueña. Zelaya se comporta como un santón, haciendo constantes y engorrosas alusiones de talante pseudo-religioso que están de mas en el discurso internacional. Goriletti encabeza (o sirve de cabeza ceremonial) a un estamento que mas chapucero e inepto no podría ser en su intento de aferrarse al poder.
Entre los espectadores que observan desde la barrera las cosas no van mejor. Chávez y cia. no desaprovechan la oportunidad para intensificar la crisis hasta niveles que algunos podrían encontrar inquietantes y que para otros son emocionantes. Los exaltados de Miami alcanzan extremos similares, pero defendiendo a los golpistas. Su posición es particularmente penosa porque por un lado afirman defender la democracia pero por el otro condonan un vulgar golpe de estado. Y, para colmo, un golpe de estado burdo y crudo, una opereta con mala puesta en escena. No, no. Zelaya podrá tener muchas características cuestionables, pero argumentar que la respuesta a su posible conducta inconstitucional o ilegal es derrocarlo es un disparate. Si las cosas funcionaran de ese modo no pasaría una semana sin varios cuartelazos en el mundo. Mal ejemplo dan quienes se desviven gritando a los cuatro vientos las glorias de la democracia estadounidense pero que al defender semejante quiebro exhiben la poca estima que sienten por las instituciones de sus paises natales.
Eso sí, la situación le presenta a Chávez una oportunidad dorada para poner contra la pared al gobierno americano. Este puede apoyar a un régimen golpista e incompetente, y queda así evidenciado como hipócrita (por enésima vez). O puede unirse al coro internacional que ha denunciado el putsch. Y si hace esto último tiene que hacerlo, dado el cúmulo de problemas internos y externos a los que se enfrenta, no en calidad de solista, sino como una mera voz adicional. Ninguna de las dos opciones es óptima para sus intereses o para su visión de si mismo. Sin duda es esta posibilidad de meter a los americanos en una encerrona lo que explica la beligerancia de Chávez. Porque pueden estar seguros que, retórica aparte, no es la soberanía hondureña (¿ A quien le importa eso ?) lo que lo mueve. Hay cosas mas importantes que esa. Como hacer avanzar la integración de la América Hispana, por ejemplo. Apuesto que es eso, y la inevitable respuesta de la derecha, lo que realmente está motivando este drama continental.
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