domingo, 25 de julio de 2010

Peligro azul, parte 2

Varios meses atrás comenté en una entrada llamada Peligro azul el caso del baloncelistas puertorriqueño de la NBA Carlos Arroyo, a quien un policía de Coral Gables, Florida, detuvo y arrestó. Sin buenas razones, habría que añadir. Porque conducri lentamente y subsiguientemente "resistirse" al arresto no parecen buenas razones.

Pues bien, el asunto terminó como de otra manera no podía, el correspondiente tribunal desestimó los cargos y Arroyo salió por la puerta grande. Otro ejemplo de la disfuncionalidad y la estupidez del trabajo policiaco en los EE.UU. Otro ejemplo de como darle poder a gente con deficiencias cognoscitivas y serias lagunas en su desarrollo intelectual nunca va a terminar de manera halagüeña.

Por supuesto, yo no soy el único que se da cuenta del penoso estado del "law enforcement" (para usar el término gringo que engloba todo estos temas que giran en torno al derecho penal y a la seguridad pública) en las tierras del norte. El problema es realmente harto conocido en todo el mundo civilizado. Bueno, en todo el mundo civilizado excepto aquella porción del continente norte-americano gobernada desde directamente desde Washington, DC. Asi las cosas, la revista The Economist se hace eco de la indignación y sorpresa que tal estado de cosas genera entre los humanos mas pensantes en este artículo sobre la obsesión de los estadounidenses con leyes draconianas y encarcelaciones crueles e inusitadas.

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