miércoles, 26 de diciembre de 2007

In partes quattuor, Montaner dixit

Anoche mientras dividía en cuatro partes la geografía humana de América Hispana en mi entrada al blog, pensaba que Carlos Alberto Montaner consigna con otras palabras una división similar en su libro Las raíces torcidas de América Latina (2001), en el capítulo "Un Estado a insatisfacción de todos", tercer parráfo bajo el encabezado "Virreinatos, audiencias y repúblicas":

Cuatro llegaron a ser los virreinatos, y entre 1535 y 1813 fueron designadas 170 personas para ocuparlos, aunque sólo 4 nacieron en América Latina, lo que subraya la mínima confianza que despertaban los criollos en la Corte española. Los primeros se crearon en 1535, en Nueva España (México y Centroamérica) y en 1543, Perú (Perú, Bolivia, Ecuador). Más tarde, en 1717, Nueva Granada (Colombia, Panamá, Venezuela). Por último, en 1776, La Plata (Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay). Y de alguna forma estas cuatro entidades predeterminaron -o acaso reflejaron- lo que luego serían cuatro regiones culturales, cuatro repertorio de ademanes, cuatro maneras de comparecer ante el mundanal ruido, y cuatro modos de pronunciar el castellano fácilmente observables en el panorama latinoamericano actual. Hay un mundo razonablemente homogéneo que incluye a México y Centroamérica. Existe una familia caribeña presente en la costa de Colombia, de Venezuela, de Yucatán, en las Antillas Mayores -Cuba, República Dominicana, Puerto Rico- y en Panamá. Se puede identificar una zona andina que abarca fragmentos de Colombia, de Venezuela, de Ecuador, Perú y Bolivia. Y al sur quedan Argentina, Uruguay, Paraguay y, de una manera no tan obvia, Chile, con su paisanaje amable de timbre vocal curiosamente atiplado. Claro que no se trata de unas fronteras culturales o lingüísticas precisas, sino de familias más o menos reconocibles que presienten un común parentesco. García Márquez, por ejemplo, se reconoce más próximo a un cubano o a un venezolano que a un «cachaco» bogotano, quintaesencia de la identidad andina. El país al que pertenece el novelista es Colombia. Su filiación antropológica, en cambio, es caribeña. Él lo confiesa.

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