jueves, 16 de abril de 2009

Hostis humani generis

Los piratas, esos enemigos de la raza humana a los que hace referencia el título en latín de esta entrada, acaparan la atención del mundo gracias a las tropelías de los filibusteros somalíes. Muchos, incluyendo este servidor, se sienten tentados a comentar eventos que parecen sacados de épocas aparentemente ya superadas. Por ejemplo, la revista Wired tiene un blog, Danger Room, sobre temas militares que recientemente ha tratado el tema de manera poco feliz. En una reciente entrada uno de sus colaboradores se contorsiona como acróbata de circo chino para intentar justificar la pasividad occidental para con los piratas somalíes. El que el autor fracasa en tal ejercicio se puede ver claramente en los comentarios de los lectores, nada favorables a la tesis entreguista del artículo.

Este triste episodio de los piratas somalíes sirve para ilustrar que esta civilización global y, muy especialmente, sus progenitores occidentales sufren de una virulenta forma de síndrome de auto-inmunodeficiencia memética. Simple y sencillamente aquellos que ocupan posiciones de liderato (y ojo, no los estoy tildando de líderes) no soportan ni toleran los valores y memes que de alguna manera, aunque fuera secundaria, ayudaran a construir su civilización. Francamente, a veces ni siquiera parecen creer en los valores ultra-relativistas con los que han querido reemplazar al tradicional repertorio intelectual y emocional de sus sociedades. La impresión que todo esto deja es la de una civilización que se odia y desprecia a mismo profundamente, que parecer tener un fuerte deseo de aniquilarse. Un impulso al Thanatos del que hablaba Freud.

Un resultado práctico de esta triste aflicción ha sido el estado de casi constante parálisis que estamos viendo en la crisis financiera o en el Cuerno de África. Se ponen parches, se ensayan soluciones cosméticas, se emiten declaraciones grandilocuentes y contundentes para al momento de la verdad falta la acción. Falta la acción porque esta conllevaría aceptar que el status quo está quebrado y que las soluciones del último medio siglo ya no sirven. Quizás hasta sea necesario aceptar que nunca sirvieron.

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