La entrevista al Gral. Ricardo Sánchez a la cual Juan Aurelio hizo referencia en su mas reciente comentario es un buen ejemplo de un curioso, e irónico, fenómeno que uno puede ver en la democracia estadounidense.
Tradicionalmente la teoría que sustenta a las relaciones civico-militares en las democracias ha sido que las fuerzas armadas de una nación deben estar sometidas al imperio de la autoridades civiles, las verdaderas representantes de la "soberanía" del pueblo y del estado. Es una buena idea. Las fuerzas armadas son un simple intrumento y no hay razón alguna para entregarles mas poder del que es intrínseco a sus funciones. Desafortunadamente en su versión mas cruda, caricaturesca y populachera esa teoría pinta a los militares como ogros sedientos de sangre que solo saben matar y destruir. Verdaderas bestias que tienen que estar permanentemente encadenadas.
Algo similar, pero en el ámbito religioso ocurre con respecto a la Iglesia Católica en los paises anglo-sajones. Allí es común representar a los sacerdotes católicos como un cuerpo uniformemente corrupto e hipócrita, entregado a las mas bajas pasiones y obsesionada con mantener en la mas vil ignorancia a su feligreses. La realidad, por supuesto no es tan monocromática o unidimensional. En el clero, como en las fuerzas armadas, uno puede encontrar todo tipo de individuos y de claques.
¿ Como entender entonces las palabras del Gral Sánchez, o la reciente salida a destiempo del Almirante Fallon, ex-comandante del "U.S. Central Command" (organismo que tiene a su cargo las guerras en Iraq y Afganistán) y crítico del proyecto Bush-Cheney de guerra contra Irán ? Creo que como otra refutación de esas caricaturas odiosas e intelectualmente insostenibles que acabo de exponer. Pero hay mas. Toda la actual situación del actual gobierno estadounidense y sus aventuras bélicas es una curiosa inversión de esos lugares comunes que, como advertí arriba, vertebran las relaciones entre civiles y militares en las democracias. Es que ahora son los gobernantes civiles los ogros descontrolados, los obsesionados con iniciar y continuar guerras por doquier. La voz de la razón la aportan militares como Sánchez (tardíamente, eso sí), Fallon y los muchos soldados anónimos que conocen perfectamente bien la futilidad del ejercicio pero que se ven obligados a jugar el juego que su situación les dicta. ¿ Conclusión ? Uno sabe como empiezan las guerras pero no como terminan ni tampoco que ironías dejarán al descubierto.
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