domingo, 20 de julio de 2008

A propósito de nuestros oligarcas, o peor, clase media con ínfulas

(Continuación de mi entrada anterior.)

Por otro lado, cuando leo algo como lo que sigue, que lo he visto en ese mismo Miami que es donde vivo, la emociones tratan de prevalecer sobre la razón y me electriza la consigna:

¡Patria, Socialismo o Muerte, Venceremos!

Esclavitud moderna

Publicado el viernes 18 de julio del 2008

Por RAUL BENOIT

Cuando Miranda, una amiga de España residente ocasional de la Florida, levantó su mano sin subir mucho el codo y con el dedo índice hizo señas ordenando a la ''criada'' servir el plato principal, supe que estaba presenciando una escena burguesa anacrónica y vergonzosa.

La mirada que le lancé pareció abochornarla un poco, porque ya habíamos discutido ese tema de relacionarse en forma clasista con la servidumbre, cuando me sugirió evitar socializar con el mayordomo.

Intentando hacerla entender que no hay que herir los sentimientos de nadie, le conté la forma en que yo me dirijo a los empleados del servicio. Un poco escandalizada refutó mi punto de vista que llamó de muy liberal, referente a tratar a las personas con dignidad, consideración, respeto y confianza, más aún si son servidoras en nuestras casas.

Esa actitud me hizo recordar la forma como en Latinoamérica explotamos al servicio doméstico. En ciertos países somos déspotas y peyorativos.

La manteca, en Colombia, además de ser la grasa popular para cocinar, es el término denigrante para referirse a muchacha del servicio. También se le conoce como: guisa, coima o queca. En Venezuela: cachifa; en República Dominicana: chopa; en México: chacha, moza o gata; en Honduras: nacha y en Nicaragua: criada.

Enseñados a tener domésticas en casa desde la infancia (hasta los pobres), muchos latinoamericanos llegan a Estados Unidos con nostalgia de ser mandamases y las amas de casa añoran recibir su cafecito mañanero y hasta desayuno en cama, dar órdenes de patrón a esclavo, tener todo excesivo y pulcramente limpio y demostrar a las amistades que escalaron a un estatus social superior, porque pueden pagar sirvientas. Delante de sus amigas, la ''señora bien de la casa'' presume, pasando un dedo inquisidor sobre la superficie y subiendo la ceja con reprimenda negrera, al indagar: ``¿no me dirá que a esta repisa le pasó un trapo?''.

Esa actitud esclavista es un trauma genético heredado de la colonización española. Es el desquite por tantos años de sumisión. Todos queremos ser amos.

Al pisar ''tierra de libertad'' en Estados Unidos, esas familias petulantes, pequeños burgueses, enfrentan una dura realidad: pagar una empleada del servicio doméstico legal es un lujo. Entonces, se las ingenian para traer sigilosamente de su país a una ''sirvientita'', ignorante de las leyes laborales y de inmigración, a quien le esconden el pasaporte y la encierran en casa, prohibiéndole, incluso, hablar con las visitas. ''Te la pueden sonsacar'', le dice la amiga cómplice a la señora con ínfulas de patrona.

Las obligan a vestir uniforme; duermen en el garaje caluroso o frío en un catre; las ponen a un régimen alimenticio desalmado; les prohíben usar los cubiertos y las toallas; les reclaman por ese ''sueldazo'' de 200 dólares al mes, que no se lo pagan sino que se lo ''guardan'' y, además, se lo sacan en cara: ``¡Descarada!, cuántos pesos (bolívares, lempiras, córdobas, o de donde venga) te estamos dando. Allá en tu país no te ganarías ni la mitad''.

Un amigo mexicano me comentó que conocía a varias familias que se regresaban a su país, sólo porque no pudieron traer una empleada del servicio.

A finales de junio pasado, Varsha Sabhnani, millonaria de Long Island, Nueva York, fue condenada a 11 años de prisión y 3 de libertad condicional, además de pagar una multa de 25 mil dólares. Su esposo fue sentenciado a 3 años y medio de cárcel. Mantenían como esclavas a dos sirvientas de Indonesia. Las víctimas fueron golpeadas, cortadas con cuchillo y obligadas a recibir baños con agua fría.

El juicio demostró que trabajadoras domésticas en Estados Unidos, inmigrantes, son explotadas en forma similar a la esclavitud. ¡Que se escondan esas paisanas latinoamericanas que maltratan a sus empleadas!

Se lo conté a Miranda para sensibilizarla sobre su forma de tratar a los trabajadores. Tal vez, por algunos días cambiará su actitud, pero yo sé que para estas personas es difícil modificar, de tajo, las costumbres de pequeños burgueses.

En esta época donde se lucha intensamente por los derechos humanos, deberíamos reflexionar y empezar a aplicarlos en quienes nos sirven a todo nivel, tratándolos como quisiéramos que nos trataran a nosotros, con respeto y dignidad.

Corresponsal internacional de Univisión.

© 2008 El Nuevo Herald. All Rights Reserved.


No hay comentarios: