Comentar la reciente entrada de Juan Aurelio sobre la lacra del turismo sexual y su, aun mas detestable, modalidad con menores no es agradable. Ciertamente requiere sangre fría y ecuanimidad para no caer en respuestas derrotistas como lo podrían ser una indignación desmedida pero mal encausada o un pesimismo paralizante y nihilista. Y es que pocos ejemplos hay de los peores aspectos de la condición humana que este. El que suceda en cualquier país es una desgracia, el que suceda en Argentina es horrible y una muestra mas de lo bajo que nuestros paises ha caido desde los días de promesa y buenos augurios que algunos de ellos creyeron vivir a a comienzos del siglo XX.
En este, como todo tráfico de esta calaña, siempre hay dos participantes: el indeseable del país "avanzado" que quiere satiafacer sus malas mañas y el indeseable del país "emergente" o "en vías de desarrollo" que no tiene reparos en explotar a su propia gente con tal de lucrarse malsanamente. Es aun mas grave que entre esos indeseables de la segunda categoría se incluyan casi siempre, y como lo advierte el artículo que Juan Aurelo reprodujo, miembros de las fuerzas públicas y de las clases políticas. Sí, precisamente aquellos que están llamados a proteger y cobijar a sus conciudadanos frecuemente son en nuestras democracias imperfectas y cochinas los primeros en explotarlos, parasitarlos y destruirlos. Mientras, los paises "avanzados" (muchas veces avanzados unicamente en el proceso de descomposición de valores cívicos y culturales que han estado viviendo en las últimas décadas) se llenan la boca reprendiendo al "Sur" mientras soslayan los desmanes de sus propios ciudadanos.
Parte de la explicación habría que buscarla en la actual y corrosiva ideología reinante. Esa horrorosa mezcla de darwinismo social, supercheria materialista y cristianismo sin Cristo solo sirve para justificar ese obsesión patológica con acumular e idolatrar baratijas (incluyendo estas últimas a todas nuestras monedas, verdaderos artículos de bisutería) que caracteriza a nuestra época. Despues de todo, si (como dice el dogma oficialista) los humanos solo somos maquinas económicas de carne y hueso poco importa que algunos sean pisoteados y apabullados por aquellos listillos que están en posición de hacerlo. Por lo menos de esa manera algunos (los listillos) podrán gozar de los únicos placeres existentes, los terrenales. El que muchos sufran para en el proceso poco importa. Solo son robots biológicos.
Esa es la gran ironía de la época moderna: La desautorización del aspecto espiritual o trascendente que pueda tener el ser humano, lejos de asegurar el respeto a su dignidad y bienestar físico, ha abierto el camino a todo tipo de explotación y violencia. Claro, es difícil articular razones para respetar esa dignidad si no hay espinazo teórico para explicar porqué un robot biológico merece respeto y consideración. Si además falta un mapa (por desdibujado y poco transparente que pueda ser) de las consecuencias que traería el no respetar esa dignidad. se articula facilmente la justificación para aceptar desgracias como el turismo sexual contra menores. Ante este brebaje tóxico parece que poco es lo que pueden hacer herramientas débiles como el estado de derecho social-demócrata y las prédica ingenua de la progresistas.
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