miércoles, 21 de enero de 2009

La exclusión de América Hispana del Occidente

El pasado 13 de enero de 2009 una de mis fuentes habituales de información, El Nuevo Herald de Miami, publicó separadamente un artículo y una noticia que si bien pertenecen justamente a secciones diferentes, yo considero relacionados. El artículo es de un columnista que también he consignado y comentado aquí más de una vez, incluso muy recientemente, Joaquín Roy. La noticia en cambio recoge declaraciones del ex presidente del Gobierno español José María Aznar.

En su artículo el profesor Roy lamenta que el mundo anglófono haya decidido hace más de un siglo excluir al mundo hispano a la hora de demarcar los confines de la ecúmene llamada Occidente en el pensamiento anglo.

En un paréntesis, quizás alguien tenga fundamento para acusarme de adoptar términos del inglés al menos estadounidense, aunque no lo he hecho a sabiendas, cuando hablo de hispanos y anglos, cual si los hubiese calcado del inglés “Hispanics” y “Anglos”. Me dirán que en realidad los hispanoamericanos fuera de EE.UU. se autodenominan latinoamericanos o latinos más que hispanos, término este último que adoptan en EE.UU. como traducción de “Hispanic”, intercambiable con latino en ambas lenguas, mientras que el término en español para los ingleses y sus retoños ultramarinos es anglosajones. En cuanto a los hispanos, he explicado anteriormente mi preferencia por ese término (ver mi entrada de 26/11/07, Glosario hispanista), y en cuanto a los anglos, prefiero llamarlos así en alusión exclusiva a su lengua y tradición, porque anglosajón se refiere en origen a la fusión de dos pueblos germánicos, por lo cual me parece un término un tanto racista, máxime cuando suele usarse para reprochar el peso colectivo de Inglaterra y sus vástagos. Igual que los habitantes del Lacio antiguo, los latinos, constituyen el núcleo de una civilización, entre otras de igual raíz, que es mucho más amplia, la hispánica, así los anglosajones medievales fueron el núcleo de una tradición que se expandiera con la lengua inglesa, la anglo. Por eso prefiero relegar latinos y anglosajones al pasado, y hablar de hispanos o anglos en el presente.

Irónicamente, el inglés que carece de género ha adoptado “Latino/Latina” para distinguir entre hispanos e hispanas, mientras que la Real Academia Española muestra “anglo, gla” para individuos de la tribu medieval o la Inglaterra moderna, o para lo inglés, pero en el sentido moderno que propongo arriba para anglo no me imagino decir que por ejemplo Hillary Clinton sea una “angla”. Para mí es una anglo.

Volviendo a las publicaciones de El Nuevo Herald, en la noticia José María Aznar declara que ''Iberoamérica es parte sustancial y necesaria de Occidente'' y su ''mejor futuro está en reafirmar los principios y valores que sustentan la civilización occidental''. El sólo hecho de emitir la primera de las citas denota que hay quien la pone en duda, que es de lo que se queja el profesor Roy, que cita como el ejemplo notable más actual al recién fenecido Samuel Huntington. Sin embargo, yo estimo que Huntington tuvo razón, no porque falten aportes hispánicos a la civilización, como implicara Kenneth Clark en la cita de Roy, sino porque a partir de la invasión napoleónica a España la civilización hispanoamericana quedó aislada de Occidente por designio de éste, que desde entonces ha buscado estructurarla económicamente como “tercer mundo”, por parafrasear a Roy; es decir, en condiciones de “dependencia”.

El gran cisma hispano-occidental es materia de al menos otra entrada separada al blog, que en algún momento espero aportar, pero de momento puedo decir que a pesar del subdesarrollo y la dependencia, dicho cisma podría ser canalizado positivamente a largo plazo si América Hispana fuese bendecida con dirigentes de mayor visión y decisión:

Sucede que el Occidente próspero, incluyendo a EE.UU. por ahora en menor medida que el resto, está enfrascado desde la Primera Guerra Mundial en un proceso de autodestrucción cultural que está arrastrando a América Hispana por el condicionamiento que tiene ésta de copiar todo lo occidental, pero que todavía no la permea tan profundamente como al Occidente próspero, en parte precisamente por el rezago hispano en materia económica. Los “principios y valores que sustentan la civilización occidental” según Aznar sólo representan el “mejor futuro” de América Hispana dependiendo de cuáles sean esos principios y valores. Ese es el proceso de selección de principios y valores que me parece necesario para que América Hispana se reinvente y levante, y sospecho que hay que buscarlos en la víspera y luego los albores de nuestra independencia, más que en el radicalismo general que ha sacudido al resto de Occidente desde entonces, radicalismo que nos ha traído capitalismo a escala imperialista, reacción comunista –y valga la contradicción en términos marxistas, porque el comunismo fue una reacción a un mal anterior–, fascismo, imperialismo estadounidense, etcétera.

China e India, ejemplos más citados entre otros más, se están levantando porque han reconectado con su trayectoria histórica anterior al hiato que les supuso el imperialismo occidental, y esa es precisamente la idea central, más allá de China e India, del famoso libro de Huntington. América Hispana debe hacer otro tanto.

Y ahora, el artículo y la noticia:

El extremo Occidente: en la muerte de Huntington
Por JOAQUIN ROY

El sentimiento de atracción y repulsión de los ciudadanos europeos por Estados Unidos es una constante establecida a los largo de un extendido largo siglo. Desde que las antiguas modestas colonias británicas se convirtieron en potencia competidora de los imperios europeos, en pleno ejercicio del destino manifiesto, Estados Unidos, su cultura y su historia mal aprendida es pieza indeleble del imaginario de ambos continentes, y del resto del mundo. Aunque se resista reconocerlo, ciertos valores que resultan terriblemente vernáculos son, en realidad, universales, o al menos dentro de una voluntad de reconocerlos como asequibles para el resto del planeta. De ahí, por ejemplo, la atracción irresistible de las películas del género de Hollywood por antonomasia: el western. Es la ilustración, invención y mitificación de la vida en el ''lejano oeste'' (far West).

Una feliz expresión del diplomático francés, latinoamericanista esforzado, Alan Rouquié, no ha logrado cuajar más allá de un círculo limitado de intelectuales: ''el extremo Occidente''. Así se refería a América Latina en un libro clásico (1987). Aludía de esa manera a que, en primer lugar, Latinoamérica era parte de Occidente y que rebasaba los límites tradicionales, siguiendo al camino de Colón primero, y luego de Magallanes y Elcano, pero sin rigor en convertirse en ''Oriente''. Como casi todo en la historia intelectual, las más afortunadas etiquetas son francesas en origen, luego cooptadas y manipuladas por británicos y más tarde por estadounidenses. El nombre de Latinoamérica es también una invención lingüística francesa, por la que letrados galos consiguieron, con la colaboración de colegas colombianos, difuminar la huella de España y Portugal en América. El daño colateral fue que el nombre de América quedó monopolizado por Estados Unidos y al resto del continente (con la excepción del Caribe) se le llamó, no sin frecuente connotación despectiva. Latin America.

Inexorablemente y por decreto casi todo al sur de Cayo Hueso y Río Grande pasó a formar parte de una entidad no solamente diferente de Estados Unidos y Canadá, sino de Occidente. No ayudó en nada el hecho de que la España imperial (y en menor grado, Portugal) cayeran progresivamente en el absolutismo, la mala instalación del incipiente sistema democrático europeo, y más tarde generaran dos de las dictaduras más impresentables de Europa, la franquista y la salazarista (solamente superadas por Hitler y Mussolini, los modelos). Entre la leyenda negra, la mala prensa recibida por la inquisición, la contrarreforma y la tozudez de los primeros Austrias hispánicos, España y Portugal quedaron progresivamente fuera de juego en lo que se llamó ''civilización occidental''. De nada sirvió que el propio Franco se dejara llamar ''centinela de Occidente'' solamente por arrendar unas bases a Washington.

Nada tiene de extrañar, por lo tanto, que cuando el publicista (luego elevado a noble) Kenneth Clark se hiciera televisivamente famoso con una serie titulada precisamente Civilization (1969), marginara a todo el conglomerado hispánico. Cuando el escritor mexicano Carlos Fuentes le preguntó la razón, el flemático productor le contestó que la serie era sobre ''contribuciones'' a la civilización, no sobre ''intolerancia''. La indignación recorrió América Latina, y la estupefacción se apoderó de los observadores alertas en el resto del planeta, que no entendían por qué quedaban fuera Cervantes y los pintores clásicos, los músicos contemporáneos y la obra de Dalí y Gaudí. El escritor venezolano Arturo Uslar Pietri, atildado político de elevada cultura y fina pluma, no pudo resistir registrar su disgusto en un ensayo titulado Los expulsados de la civilización (1973).

Ya se había instalado otra etiqueta de origen francés, el ''tercer mundo'', con el claro antecedente del tiers état de la Francia revolucionaria. Propuesta por el economista francés Alfred Sauvy, en la revista L'Observateur (1951) simplemente para ilustrar una estructura económica diferente del mundo desarrollado y del centralismo soviético, la losa del ''tercer mundo'' descendía sobre todo el continente americano que no se expresaba en inglés. Lo sorprendente fue que el término fue incorporado como tarjeta de visita por intelectuales y políticos escorados hacia la izquierda, que desarrollaron la escuela de la ``dependencia''.

El peculiar ''telón de caña'' fue por fin consolidado por el ahora fallecido Samuel Huntington, quien en 1993 había embelesado a los lectores de Foreign Affairs con un ensayo que luego en 1996 amplió como libro, El choque de civilizaciones. No tuvo bastante con reducir al planeta en ocho civilizaciones, sino que le endosó a América Latina una separada, naturalmente diferente de la occidental. Nada extrañó, por lo tanto, que cuando se encaró (en otro libro titulado Quiénes somos, 2004) con la preocupante evolución de la sociedad estadounidense, se aferrara a las raíces angloamericanas y protestantes, para decretar que los inmigrantes hispanos eran ajenos a Estados Unidos, ente eterno e inamovible. Ahora se entiende por qué el ALCA interamericano fracasó, mientras NAFTA se tambalea: la integración regional entre miembros de distintas ''civilizaciones'' es supuestamente inviable.

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Aznar denuncia una alianza de `Chávez, Medvédev y ayatolas'

EFE

SANTIAGO DE CHILE - El ex presidente del Gobierno español José María Aznar denunció ayer en Chile la ''creciente cercanía'' entre los líderes de Venezuela, Rusia e Irán, que a su juicio buscan ``tejer alianzas frente a lo que consideran su enemigo común: las naciones libres''.

''Chávez, Medvédev y el régimen de los ayatolas'' propugnan para Aznar modelos políticos de ''naciones en las que las libertades han retrocedido dramáticamente'' y buscan unirse contra ``las naciones libres basadas en la democracia, el Estado de Derecho y el respeto a los derechos humanos''.

El ex mandatario (1996-2004) se refirió así a los vínculos entre los dirigentes de Venezuela, Hugo Chávez; Rusia, Dimitri Medvédev, e Irán, donde el presidente, Mahmud Ahmadineyad, gobierna asesorado por los ayatolas (clérigos chiitas).

Aznar hizo estas declaraciones ante estudiantes y académicos en la Universidad Católica de Chile durante la inauguración del Programa de Jóvenes Líderes Chilenos, que desde ayer y hasta mañana miércoles reúne a 60 jóvenes latinoamericanos en la capital chilena.

El también presidente de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) dijo que en Iberoamérica hay un ``proyecto basado en una reedición ideológica del marxismo más radical ... que pretende desmantelar la democracia liberal''.

Según dijo, para ello se sirve de las tácticas de la guerrilla revolucionaria, pero también de ''las vías de la democracia para hacerse con el poder, y enseguida desmantelar desde dentro'' el Estado de Derecho.

'Quienes pretenden implantar en Iberoamérica el socialismo, que ahora llaman `del siglo XXI', buscan establecer alianzas estratégicas con naciones no democráticas'', aseguró Aznar.

El ex gobernante español señaló que ''Iberoamérica es parte sustancial y necesaria de Occidente'' y su ''mejor futuro está en reafirmar los principios y valores que sustentan la civilización occidental'', por lo que en su opinión esta región no debe ``fracasar ahora con el socialismo del siglo XXI''.

El presidente de honor del Partido Popular (PP) español hizo hincapié además en que existen ''tres grandes desafíos'' que son las crisis económica, política y de ideas, y propugnó fomentar el liberalismo económico y desterrar ``el relativismo moral contaminado por la corrección política''.

En cuanto a la situación económica, consideró que ''la actual crisis obedece más a fallos del Estado y de la regulación que a fallos del mercado'', y apostó por fomentar la libertad y la transparencia para salir de este bache.

En el acto también estuvo presente la ex presidenta del PP en el País Vasco María San Gil, quien mañana intervendrá en un seminario sobre terrorismo, y a la que Aznar definió como ``una referencia moral y política para los que creen en la libertad''.

Aznar, que no respondió a preguntas de la prensa, almorzó tras su intervención con el candidato de la derechista Alianza por Chile a las elecciones presidenciales de este año, Sebastián Piñera, con el que también se reunirá hoy, informaron fuentes de la FAES.

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