No quería despedir el 2008 con el mal sabor que seguramente dejó mi última entrada así que he decidido resaltar lo que a mi parecer es el suceso mas positivo que ocurrió en nuestra región este año que termina. ¿ Cual es ? El ascenso de Brasil como una potencia regional reconocida internacionalmente.
Brasil fue siempre el país del futuro; un futuro que, entorpecido por el "Desordem e Retroceso", parecía nunca llegar. Pero 2008 fue el año en que ese futuro tocó a las puertas y repartió su tarjeta de presentación alrededor del mundo. Y el mundo le hizo caso. Se acuñó un acrónimo, BRIC (Brasil, Rusia, India y China), para representar a las potencias en ascenso en el cual Brasil figura prominentemente. Francia firmó, hace solo ocho o nueve días, un tratado de alianza estratégica con el gigante sudamericano que lo convierte en su socio preferencial en el continente. Acuerdos similares se firmaron con Rusia y próximamente se suscribiran otros con paises como Italia. Con esos acuerdos Brasil asegura, entre otras cosas, la transferencia de las tecnologías que le deben permitir desarrollar y afianzar su relevancia y autonomía geopolíticas.
El Plan Estratégico de Defensa (del cual escribí aqui y aqui) fue finalmente publicado luego de varios meses de demora. En el Brasil anuncia sin reparos su intención de ser la preeminente potencia regional de América del Sur y de ocupar el lugar que como a tal le corresponde en la arena internacional. Lo hace sin desvarios, insultos o palabrotas. Como una verdadera potencia debe hacerlo.
Brasil hasta ha podido escapar por el momento de los peores efectos de la crisis económica global. Si podrá seguir escapando de ellos a largo plazo es algo que aun queda por ver, por supuesto. Pero al menos el país no tiene las graves desventajas que algunos de sus colegas del BRIC tienen. Ciertamente no sufre de las peliagudas tendencias demográficas que aquejan a Rusia. Tampoco depende abrumadoramente de un solo sector económico para su desarrollo, como sí le ocurre a la vecina Venezuela con su extrema dependencia en el petroleo. Así que, no importa lo que suceda en el próximos doce o dieciocho meses, a mediano y largo plazo las perspectivas brasileñas son muchos mejores que las de, por ejemplo, Rusia.
Hay que felicitar al Presidente Lula da Silva y a su gobierno por haber sabido guiar al país hasta este punto. Su logro no es baladí y merece reconocimiento. Ahora esperemos a ver que consecuencias tendrá este evento en la región y como los enfrentarán sus gobiernos y pueblos. Deberán ser tiempos interesantes.
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